Una tarde estaba en una cafetería sentado en mi mesa y en mi mundo así de la nada y de repente me toco un señor la espalda.

-Jovencito tienes cara que requieres un seguro, ¡Verás soy agente de seguros!- Me dijo con mirada firme. No era joven, calculé andaba cerca de los 70 años. Portaba un traje gris Oxford, impecable sin arruga alguna, camisa blanca de cuello corto, moderna y bien entallada. Remataba con una corbata a rayas vino con azul marino entonando perfectamente haciendo que todo él se viera perfectamente armónico y elegante. Al analizarlo bien, efectivamente su aspecto era de vendedor de seguros.

-Gracias señor, creo que por el momento estoy bien y no requiero nada.- Le respondí inseguro y un poco temeroso, no sabía que intención tenía el elegante y armónico hombre.

-¿Jovencito le puedo dejar mi tarjeta de presentación? Algún día podrá requerirlo y con gusto lo atenderé, ¡quedo a sus órdenes!- me respondió con su brazo extendido y entre sus dedos una flamante tarjeta blanca con letras en colores rojos, grandes y muy llamativos. A lo que con el afán de concluir el tan espontáneo encuentro, extendí mi mano tomando la tarjeta.

Minutos después y con mi página aun en blanco, me gano la curiosidad, saque la tarjeta de mí bolsa. Quería saber cómo se llamaba este misterioso caballero elegante y bien perfumado que de la nada me había abordado:

                                 

                              LIC. ABELARDO ESQUIVEL VILLAURUTIA

                                            AGENTE DE SEGUROS

                                         “ASEGURO TODOS TUS SUEÑOS”

 

Al leer esto, mi mente se puso aún más en blanco. Esa tarde me disponía de escribir un tramo más de mi novela. Al no poder articular ni una letra más recargué mi espalda en la silla y cerré lo ojos. Mi mente se fue a otro lugar, al menos en el que físicamente estaba y comenzó a soñar con este caballero…

Quería encontrarlo, Salí corriendo del lugar, busqué y busqué por varias cuadras alrededor del café. Pensé que seguiría abordando futuros asegurados. ¡No podía estar muy lejos!.

         Al verlo  corrí hacia él y al llegar le toque la espalda a lo que asombrado volteo hacia mí. Me reconoció de inmediato y sonrió.

-Licenciado siempre si requiero de sus servicios, sabe quiero que me asegure mis sueños, ¿puede? ¡Tengo tantos como hojas de ese árbol!- A lo que al suspirar me miró fijamente dejándome petrificado y sin poderme mover me tomo del hombro llevándome de regreso a la cafetería donde me encontró en un principio.

Nos sentamos en la misma mesa, ahí seguían mis cosas nadie las había tomado (recuerden que es un sueño). Cargaba con él un portafolio negro, muy grande y con dos candados resguardando todos  sus documentos confidenciales. Al abrir su portafolio al estilo “Misión Imposible” sacó una  gran libreta rosa. –La gente tiene muchos sueños- pensé al ver que tardaba en encontrar una página libre. Cuando lo logró, sacó su pluma de la bolsa interna de su saco y me dijo:

-¡Ahora si joven! dígame por favor que sueños desea asegurar, no deje ninguno para poder darle una cotización…- concluyó mirando no más que su libreta, con la pluma recargada en el papel esperando que salga cualquier palabra de mi boca que él pueda escribir, a lo que por unos minutos no logré responder.

 

    ¡No sabía que pedir! ¡No sabía por dónde empezar! ¡No sabía si empezar!

 

Salí corriendo buscándolo para asegurar mis sueños, todos ellos, los que pasan por mi mente cuando imagino una vida feliz, cómoda y plena.  Cuando finalmente estaba la persona que me vendería esa tan anhelada póliza que cubriría mis sueños no supe que pedir… o más bien no supe si quería pedir…

 

¿Pedirías?…

¿Qué pedirías?…