Las lecciones de vida no necesariamente las aprendemos de los grandes sabios, de las personas mayores o de un buen libro de motivación personal. Estas en su mayoría se nos presentan en la vida cotidiana, podría decir que están en el aire que respiramos, en las calles que caminamos y en la gente que frecuentamos. Su presentación es variable, pueden venir envueltas en un gesto, enmarcadas en un comentario o el la envoltura de lujo: una buena o mala acción de alguien. Su efecto puede ser desde alegrar o amargar un momento hasta cambiar el rumbo de vida de una o varias personas, ¿Grueso no? Por eso hay que estar al pendiente y tener cuidado de los que decimos o hacemos, no sabemos lo que los demás podrán percibir de nosotros y si los estamos beneficiando o afectando.
Hace unos días en una fiesta infantil, después de mojarse y al cambiarse de ropa los niños, uno de ellos avergonzado se quitaba la playera alejada de sus compañeros, tapándose con ambas manos su ombligo. El pequeño de 6 años, al tener ambas manos ocupadas, se le dificultaba sacar su ropa de su mochila. Me acerque para ayudarlo.
-¿Qué onda pequeño, porque te tapas el ombligo? le pregunté tratando de ser su amigo y no el Papá de su amigo.

 

-Me tapo porque mi ombligo es diferente al de los demás- Me contestó con algo de vergüenza en su carita, sin mover las manos de su ombligo y con dos chamaquitos curiosos a lado, a lo que tomando 2 cojines a manera de casita, logré aislarlo para que se sienta cómodo.
-Hijo, no te preocupes por eso, no todos tenemos el ombligo igual… Mira el mío también esta salido…- le respondí mostrando mi ombligo a lo que sonrió y me mostró el suyo, sin ver nada de particular, llamé a los pequeños curiosos que seguían ahí parados como reporteros buscando una buena nota, y les pedí que saquen el ombligo al aire fresco.
Ese día tuve la suerte de percatarme que alguien requería de algo, y sin importar qué, logré que olvide su incomodidad, se sienta seguro de si mismo y que aprenda cada uno de nosotros somos distintos y tenemos necesidades diferentes, así como ombligos… dudo que hayan varios iguales.  Sin querer ambos aprendimos una gran lección.
Lo único malo de todo esto, fue el reclamo de mi Psicóloga «Me estas quitando futuros clientes».