Todo lo que me invade del comportamiento de otros, esto que en realidad es un reflejo de mis más grande miedos. A vivir en plenitud o fracasar, sin importar cuál. Un enojo, un grito o un reclamo que sale de mí, haciendo un viaje desde lo más profundo y sordo de mi interior hasta o más externo y peligroso.

Así es como tu vida se presentó sin avisar, improvisando ante la puesta en escena de la misma realidad que baña nuestra visión de situaciones. Solo al mirarte mi alma estremeció al punto de sentir acalambrar mis piernas, quedando sin fuerza para mantenerme de pie. Un reto único, obstáculo que repite y repite sin importar las veces saltado, reapareciendo ante mí de manera sistemática y constante, como juego mecánico interminable diseñado con el único fin de mantenerme dentro, una entrada sin salida y sin descanso. Eso eres para mí, siempre un reto, una pared alta y lisa, que al ser escalada, emerge doblando su altura. Espejo de mi ser y de mis temores más profundos así como el amor que te profeso.

 Un reto divino a la vida, puede ser la mía o la tuya qué más da, en realidad no me importa. Siempre que siga este fuego por dominar, combustible de mis pasos y oxigeno de mi respiración. Quiero que seamos felices, quiero que estemos bien y juntos. Sin separarme de ti ni un solo día, para ver y sentir. Para enojarme y volver a la calma. Para sentir miedo acobijándome en ti y saber que todo estará, bien o mal.

Enseñarte a vivir, lo mucho o poco que mis días me han mostrado. Que puedas ver cómo me equivoco y reflexiono. A caer y levantarnos más fuertes, mas unidos. Que sepas y a la vez saber que estaremos el uno para el otro, ahora y siempre. Dos vidas entrelazadas retándose, reflejados en uno en el otro con una simple mirada, una palabra o el más mínimo contacto.

Eso es ahora mi reto, superar mis miedos y encaminar tu vida.