Todas las reuniones por videoconferencia son agotadoras. Terminé la tercera de la mañana y decidí desconectarme. Saqué mi sillón a la terraza para disfrutar del exterior. Me serví una copa de vino y puse una botana en el plato. Cerré mi computadora. Pensé en apagar mi celular, pero no me atreví a llegar a tanto. Lo puse boca abajo, para no ver la pantalla, eso me ayuda a no estar pendiente de él. Intenté poner mi mente en blanco por unos momentos y frenar este torrente de ideas, dudas e incertidumbres por las que todos estamos pasando. Hasta cuando…